Por Cecilia Ananías
María Barría (56), Sandra Pozo (49), Laura Gálvez (47) y más recientemente, una joven de 18 años cuyo cuerpo fue hallado en el Río Claro: estos son los cuatro femicidios que ya suma el 2019 en su primera semana. Algunas, puede que hayan soportado la violencia en silencio; otras, como Barría, puede que intentaran pedir ayuda a la justicia en varias ocasiones, sin resultados, revelando un sistema tremendamente burocrático, que hunde aún más en la desesperanza a las víctimas.
Ante esto, es importante recordar que la violencia de género no es un problema exclusivo de Chile. ¿Por qué «de género» y no «violencia» a secas? Porque las principales víctimas a nivel mundial son las mujeres, al punto de que hay estudios que prueban que corren más peligro en sus propios hogares (58% de los asesinatos de mujeres son ejecutados por parejas o familiares, según la ONU).
En nuestro país, 1 de cada 3 mujeres declara haber sufrido violencia por parte de su pareja, ex pareja o familiares y anualmente, unas 50 mueren por esta causa. Esto significa que por lo menos alguna mujer en tu vida ha sufrido esto, sea prima, hermana, madre, abuela, colega, compañera o pareja. Y si no ha salido de esa relación, podría estar en peligro de aumentar la lista de muertas.
¿Y quiénes son los agresores?
Generalmente, son hombres de cualquier edad, nivel educacional o socioeconómico. A diferencia de lo que se suele decir en los medios o en conversaciones, estos no son «enfermos»: lo que tienen en común es que presentan pensamientos o creencias machistas que consideran a la mujer como un ser inferior (como explica este texto de Pilar Menchón).
Además, es común que sean agresivos en la intimidad, mientras que en el ámbito público se muestran como personas muy equilibradas y amables, dificultado el proceso de denuncia. Solo piensen, ¿cuántas veces hemos visto en la televisión a alguna vecina desconcertada diciendo «pero si él era tan tranquilito», tras un femicidio? O, ¿cuántos políticos de fotografía sonriente han sido electos para cargos públicos, a pesar de tener antecedentes de Violencia Intrafamiliar?
4 señales de alerta
A pesar de que se suele pintar el femicidio como una tragedia inevitable, existen algunas señales a las cuales podemos estar siempre atentos y atentas y que suelen surgir en las primeras etapas de la violencia. Si reconoces alguna de estas situaciones en tu relación o la de una persona cercana, recuerda que lo más importante es conversar y actuar.
1. Te cela y controla: Las canciones, telenovelas y películas normalizan los celos, haciéndolos ver, incluso, como una prueba de amor. Pero no hay nada romántico en que una persona quiera controlar cada aspecto y relación de tu vida. Una de las excusas más constantes de los femicidas, es haber matado «por celos» o «porque era mía», así que no soportes ni media escena. No es normal ni bonito que te pregunten a cada rato dónde estás, que te revisen el largo de la falda ni mucho menos que te pidan la clave del celular o de tus redes sociales: o tu pareja confía en ti y aprende a comunicarse y darte tus espacios o te encuentras ante una persona controladora y violenta que no necesitas en tu vida.
2. Te aísla: De la mano de los celos, van las prohibiciones de ver a otras personas. Las excusas siempre son múltiples: «a tu colega no, porque te tiene ganas», «a tu amiga no, porque no nos quiere ver juntos», «a tu hermana no, porque envidia nuestra relación», «a tus amigos no, porque no saben lo que te conviene» y así suma y sigue. Recuerda que todas las personas tenemos derecho a tener distintas relaciones significativas, sean laborales, familiares o de amistad y nadie puede prohibirte esto. El aislamiento es también un mecanismo común de los femicidas, ya que a las víctimas les cuesta más salir de una relación tóxica o pedir ayuda, si no cuentan ninguna otra red.
3. Te humilla, disminuye o ridiculiza: Muchas veces, la violencia no comienza con un golpe, sino que suele partir con palabras que pueden doler igual de fuerte. Ignorar, ridiculizar, disminuir y humillar suelen ser una estrategia habitual de los agresores; expresiones como «estás loca», «estás más gorda», «no sirves para nada» son violentas y buscan minar la autoestima de la víctima, para generar la idea de que nadie más la va a querer y que va a acabar sola. Si te has sentido así, recuerda que cuando se está en una relación sana, es común que haya admiración y reconocimiento hacia la otra persona: de sus habilidades, valores, capacidades y sueños. Por ende, si no te sientes valorada ni apoyada y, en cambio, sientes que constantemente «te tiran para abajo», sal de ahí pronto.
4. Te manipula por distintos medios (económicos, emocionales): En las relaciones sanas, existe la libertad para que cada persona se desarrolle y tome las decisiones que quiera y existe una sana comunicación, que permite transparentar deseos, sueños y objetivos. En cambio, en una relación tóxica, el agresor intenta imponer su punto de vista y deseos a costa de manipulaciones y falsedades. Esto puede ejercerse de distintas formas: cortando la tarjeta de crédito a la pareja que es dueña de casa cuando no hace lo que él quiere -y ojo, el trabajo doméstico es un trabajo, aunque no perciba sueldo-, haciendo la «ley del hielo» cuando la otra persona quiso salir con sus amigas, impidiendo proseguir estudios o continuar trabajando, amenazando con quitarse la vida si se acaba la relación, culpabilizando a la otra persona por los arrebatos de agresión, obligando a tener sexo para «demostrar amor» o que no hay infidelidad, entre otros ejemplos.
Otra señales de alerta
Sentir miedo o amenaza en la intimidad, controlar gastos y obligar a rendir cuentas, destruir objetos de valor sentimental, insultos, forzar a mantener relaciones sexuales y desautorizar frente a los hijos o hijas también son señales de alerta. Además, es común que las víctimas sientan: baja autoestima, sensación de estar atrapada, impotencia, miedo a quedarse sola, depresión, sentimientos de culpa sobre la situación, ansiedad e ideas de muerte.
¿Y qué se puede hacer?
Existen distintas vías para abordar este tipo de violencia. Se suele resaltar mucho la denuncia a nivel legal, pero este proceso es larguísimo, burocrático, extenuante e incluso, igual de violento, por lo que se recomienda que la sobreviviente lo haga cuando se sienta más firme. Además, muchos agresores pueden reaccionar peor ante una demanda o denuncia y esto es peligroso si la víctima sigue conviviendo con este.
Por eso, lo más importante es 1) conversar con el entorno de la mujer que sufre violencia, de manera que no se le deje sola, 2) lograr que la víctima reconozca el problema, ya sea con una intervención o a través de terapia psicológica -ojo, que esto puede tomar hasta años-, 3) tender redes laborales y de amistad, que permitan que la persona pueda valerse por sí misma y no se sienta aislada y 4) establecer un plan en caso de emergencia -¿qué fonos? ¿quiénes están más cerca? ¿se usará alguna arma de autodefensa, como gas pimienta?-.
Si sientes que ya has avanzado alguno de estos pasos y quieres denunciar legalmente, recomendamos esta Guía para la Denuncia de la Red Chilena contra la Violencia Hacia las Mujeres.
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