Por Consuelo Herrera
La conmemoración del 1° de mayo este año será diferente, quizás no habrá mucha gente en las calles como años anteriores, pero la pandemia hizo evidente lo que se viene sosteniendo hace mucho tiempo: el trabajo capitalista y patriarcal es insostenible.
No es un buen panorama para nadie, pero nuevamente las personas que se encuentran en los estratos socioeconómicos más bajos son quienes pagan las consecuencias. Junto con ello, el teletrabajo sólo ha venido a agudizar las condiciones de precarización y flexibilización que millones de trabajadorxs vivían a diario, las personas que no han podido dejar de trabajar están continuamente expuestas al COVID 19 y como si fuera poco, hay miles que temen a ser despedidas de sus trabajos. Así también, el trabajo doméstico, de crianza y cuidados muestra su cara más cruda al evidenciar una jornada sin fin, donde el hogar es el lugar donde son principalmente las mujeres quiénes se llevan la carga más dura.
Entonces, desde una perspectiva feminista, es necesario hacer un análisis profundo que nos permita buscar alternativas, pero primero hay que detectar una de las bases de este sistema, que tal como se ha señalado en otras oportunidades, es la reproducción de la vida. Silvia Federici, plantea lo siguiente al respecto:
“Entonces podemos ver que la reproducción es el terreno estratégico fundamental para la construcción de un futuro, de una sociedad. Reproducción significa vida, significa futuro. Vivimos en un sistema capitalista que su problema fundamental, lo que lo hace insustentable, es que sistemáticamente se basa sobre la subordinación de la reproducción de la vida. La subordinación de nuestra vida, de nuestro futuro. Se basa en el lucro individual, en el lucro de las grandes compañías y corporaciones. Esto es el capitalismo. Se funda sobre la explotación del trabajo humano y la subordinación de nuestra reproducción. Se puede ver que todas las medidas políticas y económicas que ponen en acción están conformadas por esta finalidad.”
En estos tiempos de crisis, ha sido evidente que el capitalismo y patriarcado necesitan a las personas para producir sus riquezas, es decir necesitan de la explotación y el control sobre nuestras vidas, pero esto no puede seguir ocurriendo, menos en las paupérrimas condiciones que nos ofrece el mundo del trabajo.
Las cosas han cambiado desde el 1° de mayo de 1886, pero en lo concreto, ¿ha habido transformaciones sustanciales?, desde la Reforma Laboral durante el gobierno de Michelle Bachelet y la Ley de Modernización Laboral de Sebastian Piñera, sólo hemos visto como se han aumentado las posibilidades de los empleadores de pasar por encima de los derechos laborales de lxs trabajadorxs.
Es urgente crear otras estrategias para vivir y una de ellas es la unión de las comunidades, como así también de las mujeres, que hoy se enfrentan a violencias tremendas que tienen como consecuencia que en nuestro país se registren 16 feminicidios. Y su vez, debemos mirar el panorama general y darnos cuenta que esto sólo vino a mostrarnos lo que muchas veces se negaba, incluso durante y después de la revuelta social: hay que cambiarlo todo.
El trabajo como lo conocemos debe terminar, la educación y la mirada que se le da como un bien de consumo debe acabar, la salud como un privilegio para algunxs también y así, es una larga lista, pero deben existir transformaciones radicales que permitan generar un nuevo mañana, tanto para nosotrxs, como así también para las nuevas generaciones.
No puede ser que junto tener que enfrentarnos a una pandemia mundial, también debamos preocuparnos si vamos a poder llegar a fin de mes o si nos van a echar o no de nuestro puesto de trabajo, ¿es justo?, ¿es esta la vida que queremos? No lo creo, pero entonces esa respuesta debe darnos un impulso para pensar en lo que sí queremos, una vida digna. Para ello les invito a mantenerse unidxs, a conversar con sus compañerxs de trabajo (aunque sea virtualmente), generar redes de apoyo y contención, como así también a conocer la situación de sus vecinxs, es momento de volver a crear comunidad, hacer que los territorios recuperen su voz y con ello, dejemos de soportar lo injusto, para así hablar por fin de lo que merecemos, una vida digna y feliz.