Por Cecilia Ananías-Soto.
Directora de Proyectos de ONG Amaranta
Soy parte de ONG Amaranta: una organización de 11 mujeres que lucha contra la violencia de género desde la educación y la investigación. Y a pesar de que nuestras investigaciones han servido de base para exigir leyes y que los liceos agradecen nuestro trabajo en sus aulas, este año ha sido de crisis financiera, de precarización. Tenemos menos proyectos, menos campo de acción.
Las oportunidades de financiamiento son escasas. Para muchos fondos internacionales no calificamos, dado que Chile es un país «high income» (de altos ingresos): estamos últimos en la lista de prioridades. ¿Pero cómo explicarles a los financistas internacionales que este país, además de desigual y centralista, solo tiene fondos de hambre?
Este año volvimos a postular al Fondo para Vivir Mejor, con jornadas de educación sexual y cuidado para mujeres mayores; el 2024 quedamos 2° en lista de espera, mientras que este año caímos al lugar 128° con el mismo proyecto. Me llamó la atención eso, me puse a revisar y ahí caí en cuenta: no es que yo lo haya formulado peor. Si no que cada vez se están postulando proyectos más urgentes, más necesarios. Y por falta de financiamiento estamos quedando demasiados/as fuera.
Me dio mucha pena revisar el listado: proyectos para prevenir el VIH y para educación sexual; empleabilidad y emprendimiento; para sacar a personas de la droga; para poblaciones vulnerables como migrantes, mujeres mayores, personas con discapacidad; agroecología: todas esas ideas sin fondos. Es desgarrador.
¿Cómo van a surgir proyectos con impacto y situados desde las mismas comunidades? ¿Cómo van a haber cambios? Si no hay lucas. Siento que el Caso Convenios solo mostró el lado feo del financiamiento y de las fundaciones. Por culpa de un par de estafadores y estafadoras (te odio, Polizzi), invisibilizó (y burocratizó y judicializó) el trabajo de cientos de organizaciones que sí hacemos la pega.
La sociedad civil es vital para levantar proyectos. Porque conectamos con las comunidades y sus necesidades mejor de lo que lo hace el gobierno (sea cual sea el que esté de turno). Porque tenemos calle. Pero si el Estado no apoya nuestro trabajo, entonces ¿quién nos cuida? Siempre mal pagadas, siempre mal dormidas.
Si seguimos por esta vía, temo que solo significará la desaparición masiva de organizaciones sociales, con los impactos que eso tiene en la democracia y las violencias. ¿Saben lo extraño que ha sido no poder hacer talleres en los liceos en el año con mayor cantidad de ataques, apuñalamientos y hasta tiroteos en esos espacios? Es estar de manos atadas.
Cierro mi reflexión con esta fotografía del papelito que ayer dejé en un árbol de los deseos: trabajo digno para mí y mis compañeras. Es todo lo que queremos.
