Por: Fernanda Flores (Abogada laborista)
Consuelo Herrera (Socióloga)
Actualmente, a nivel nacional e internacional, existe una crisis sanitaria derivada del virus COVID-19, que ha llegado a diversos países, pero donde cada uno de ellos lo ha enfrentado de diferentes maneras, lamentablemente, sabemos también que Chile, dentro de América Latina, es uno de los que de peor forma lo ha abordado, donde hay 4.815 casos confirmados y 37 personas fallecidas. ¿Por qué decimos esto?, ya que por ejemplo en el caso de Argentina, una de las primeras determinaciones de su presidente, Alberto Fernández, fue la de decretar cuarentena obligatoria total, la que ha sido extendida por dicho mandatario, declarando lo siguiente:
“Lo dije mil veces, y lo voy a repetir. Primero la vida de los argentinos, después los resultados económicos”
Esto nos hace ver las diferentes orientaciones de los gobiernos y si bien el modelo económico y político del país trasandino sigue siendo capitalista, no es al nivel de Chile, donde el capitalismo neoliberal y patriarcal hace que continuamente las autoridades hablen de velar en primera instancia por la economía y luego por la vida de la gente. Aunque aquí también existe otro punto, debido a que la economía, además de depender del trabajo de todas las personas del país, depende principalmente del trabajo doméstico no remunerado de las mujeres, y esto está siendo obviado por las cifras nacionales, invisibilizando su aporte, ya que sin este trabajo, el sistema no funciona, lo que se expresa a su vez en la sobrecarga que están teniendo las mujeres dentro de esta crisis, ya que, además del teletrabajo, muchas siguen cumpliendo con el trabajo doméstico, de crianza y cuidados.
Pero, en este panorama tan complejo, donde incluso muchas de ellas han perdido sus trabajos, quedando sin dinero para sostener sus vidas y hogares, ¿qué alternativas tenemos?, urge pensar en herramientas que nos permitan subsistir y así también, soñar con las transformaciones necesarias, ya que entendemos que este modelo es insostenible, debido a que en momentos de crisis nuevamente nos encontramos con una élite política y económica que no aporta a las soluciones dentro del problema, sino que todo lo contrario, toma resoluciones tales como despidos, reducción de beneficios laborales y seguir abusando del trabajo invisibilizado de millones de mujeres del país.
En este último sentido, una de las iniciativas que se ha querido presentar como alternativa a la crisis, desde el gobierno, fue la promulgación de la ley de teletrabajo o trabajo a distancia, que entrará en vigencia el 1° de abril. Lamentablemente, afirmamos, los fines de la ley distan de eso.
Sobre esta materia, lo primero que debemos saber, es que el trabajo a distancia tiene dos elementos, el primero, dice relación con el lugar de prestación de los servicios, y, el segundo, con los medios que se utilizan para desarrollarlo o para reportarlo. Así, teletrabajo es aquel que se realiza fuera del establecimiento de la empresa y que se desarrolla mediante herramientas tecnológicas, o aquel que se reporta de esta manera.
Respecto al lugar en que se prestan los servicios, este puede ser en el domicilio del trabajador, o en otro que este defina “libremente”, pudiendo incluso no señalar un lugar específico.
Esta modalidad podrá pactarse al inicio de la relación laboral, o durante su vigencia. Sin embargo, si se pactó durante la vigencia, podrá ser modificado de manera unilateral por las partes. Aquí tenemos otro punto conflictivo ya que, este gobierno, insiste en instalar discursivamente una simetría en las relaciones de trabajo individuales, que en los hechos sabemos no es tal.
Otro punto relevante, es la responsabilidad de otorgar las herramientas de trabajo y de garantizar que el lugar en que se prestan los servicios respete los derechos y garantías de dignidad y salud para los trabajadores. Si bien la ley indica que esta obligación será de cargo del empleador, ciertamente será difícil la fiscalización de estas condiciones, y, para el caso que el trabajador elija “libremente” el lugar donde ejercerá sus funciones, lisa y llanamente no existirá forma de fiscalizar este cumplimiento.
Sumamos el que la ley establece un “derecho a la desconexión” de al menos 12 horas continuas en un periodo de 24 horas. Lo que en los hechos significa que, durante las otras 12 horas el trabajador deberá mantenerse conectado para los requerimientos de la empresa. Es decir, ¿pasamos de una jornada de 8 horas a una de 12?. Estando en discusión un proyecto de ley de reducción de la jornada laboral, esta ley no va en sintonía con la salud mental de las y los trabajadoras/es, definitivamente.
Y precisamente sobre la salud mental es que nos preguntamos si esta ley se confeccionó considerando los impactos en la salud, que genera la fusión del espacio público y privado en materia laboral. Hemos visto, dado el imperativo de teletrabajo que se posicionó con la crisis del virus COVID 19, que trabajar en la casa implica no tener un espacio idóneo para ello, estar pendiente de mandar el correo a la vez que, de las tareas de las/os hijas/os, de preparar la comida, y sabemos que ello puede generar un desequilibrio emocional o alteraciones de estados de ánimo. ¿qué haremos ante esta situación?
Por lo que nos preguntamos: ¿esta ley realmente plantea algo nuevo a lo que había? y más importante aún, ¿significa que las precarias condiciones laborales a nivel país, se agudizan y/o agravan?
La respuesta es que, con la legislación vigente, mediante el artículo 22 inciso 2° del código del trabajo, y mediante los pactos de adaptabilidad introducidos en la ley 20.940, -los que a lo menos exigían presencia de organización sindical- ya existe o es posible pactar jornadas de teletrabajo, por lo que esta reforma legislativa, que se presenta como un beneficio para los trabajadores ante la crisis sanitaria que enfrenta el país, no es más que otro intento del gobierno de Sebastián Piñera de agilizar su agenda previamente pensada.
El escenario en que nos deja la ley, creemos, no va en sintonía con las medidas que se necesitan para enfrentar la crisis sanitaria.
Entonces, ¿qué podemos hacer frente a esto? Organizarnos en nuestros territorios, con nuestras/os vecinas/os y compañeras/os de trabajo es fundamental en estos casos, ya que nos damos cuenta que el gobierno no da respuesta a nuestras necesidades, por lo que nos encontramos frente a una posibilidad de criticar el actual modelo laboral, junto con poder soñar y crear alternativas reales a este, ¿cómo hemos sabido de datos de lugares para comprar, conseguir víveres u obtener algún producto?, mediante a nuestras redes y así también ha sido la tónica de otras crisis y/o catástrofes en el país.
A su vez, han sido los sindicatos y organizaciones los que han estado en la primera línea de los derechos de las y los trabajadores, y deberán seguir siendo estos espacios los que enfrenten de manera propositiva los nuevos escenarios, frente a un gobierno absolutamente negligente.
Si bien la televisión se ocupa de destacar el individualismo de muchas personas durante el desarrollo de este contexto, eso no significa que sea un elemento que prime dentro de nuestro actuar en estos casos, ya que desde la revuelta social del 18 de octubre pudimos ver que hay una gran cantidad de personas dispuestas a luchar por cambios reales y sustanciales al sistema.
Llevar a cabo estrategias de cooperación y solidaridad, tanto desde las mujeres (buscando espacios seguros, generando alianzas y sosteniendo una comunicación constante con aquellas que necesiten ayuda), como así también levantando iniciativas desde las comunidades, son algunos de los pasos que nos pueden a superar el miedo, para proyectarnos desde la esperanza.
Ilustración: Ally Monec
Fuentes:
(1) www.minsal.cl/nuevo-coronavirus-2019-ncov/casos-confirmados-en-chile-covid-19/
Interesante punto que se plantea al señalar que con la legislación vigente ya se regulaba el teletrabajo